Estimado Dr. Compte:
Es con el más hondo pesar que me dirijo a Ud. en estas circunstancias, haciéndole llegar en primer lugar mis más sentidas condolencias, tanto a Ud. como a su familia, y mi incondicional solidaridad en este difícil trance que actualmente atraviesa.
Nadie más que yo desearía poder brindarle algún consuelo con mis palabras, si tal cosa fuera posible, y nadie más que yo lamenta que se haya visto en la penosa necesidad de dirigirse a mi por correspondencia. Espero poder subsanar esto último mediante la programación de una futura reunión personal.
No es mi deseo explayarme con respecto a las razones por las cuales su pedido me resulta imposible de satisfacer; sobradamente las conoce Ud. gracias a sus treinta y cinco años de experiencia en los Juzgados de nuestro país. Tal vez sólo me tomo el atrevimiento de recordarle los motivos por los cuales esta Ley se abolió ya en el año 1917: la falta de derecho de matar al semejante, la irreparabilidad del mal, la necesidad de que el condenado viva para reparar el perjuicio causado a la víctima y a la familia, la imposibilidad de un diagnóstico de incorregibilidad absoluta del autor en cuya virtud puede afirmarse que sea necesario matar, las contadísimas ocasiones en que se aplicó la pena de muerte establecida en el Código de 1886 y finalmente, la tendencia abolicionista de la legislación comparada.
Con respecto a su exigencia de un castigo ejemplar, “que sirva como testimonio”, simplemente quisiera señalarle que estudios empíricos realizados en los Estados Unidos y Canadá no avalaron nunca esta teoría, ni lograron demostrar fehacientemente que el castigo formal por parte del Estado represente una medida efectiva para combatir el delito y reducir, en consecuencia, el número de crímenes perpetrados a diario. Incluso es reconocido por organizaciones internacionales que en el sur de los Estados Unidos, región donde ocurren la mayoría de las ejecuciones del país, se mantiene la tasa más alta de homicidios.
Sin embargo, Ud. también hace mención a una “naturalización social” de este tipo aberrante de actos, planteo con el cual coincido plenamente. No obstante, difiero de Ud. en tanto considero que los homicidios sancionados por el Estado sólo sirven para fomentar el uso de la fuerza y permitir que continúe el ciclo de violencia "naturalizada", desensibilizando a los oficiales y jueces involucrados en el sistema que aplica la medida.
Como he manifestado previamente, no es mi deseo en estas circunstancias extenderme con respecto a las objeciones morales, legales o estadísticas por las cuales rechazo la pena de muerte como sanción jurídica, puesto que Ud. mismo las ha compartido a lo largo de su admirable trayectoria profesional. Comprendo que sus palabras deben ser estimadas no desde la voz del reconocido Magistrado de la Corte de Suprema Justicia, sino desde “el dolor de un padre”, y es a ése padre y ciudadano al que le expreso mi más profundo pesar, como Presidente, como ciudadano, como padre.
Atte.
Es con el más hondo pesar que me dirijo a Ud. en estas circunstancias, haciéndole llegar en primer lugar mis más sentidas condolencias, tanto a Ud. como a su familia, y mi incondicional solidaridad en este difícil trance que actualmente atraviesa.
Nadie más que yo desearía poder brindarle algún consuelo con mis palabras, si tal cosa fuera posible, y nadie más que yo lamenta que se haya visto en la penosa necesidad de dirigirse a mi por correspondencia. Espero poder subsanar esto último mediante la programación de una futura reunión personal.
No es mi deseo explayarme con respecto a las razones por las cuales su pedido me resulta imposible de satisfacer; sobradamente las conoce Ud. gracias a sus treinta y cinco años de experiencia en los Juzgados de nuestro país. Tal vez sólo me tomo el atrevimiento de recordarle los motivos por los cuales esta Ley se abolió ya en el año 1917: la falta de derecho de matar al semejante, la irreparabilidad del mal, la necesidad de que el condenado viva para reparar el perjuicio causado a la víctima y a la familia, la imposibilidad de un diagnóstico de incorregibilidad absoluta del autor en cuya virtud puede afirmarse que sea necesario matar, las contadísimas ocasiones en que se aplicó la pena de muerte establecida en el Código de 1886 y finalmente, la tendencia abolicionista de la legislación comparada.
Con respecto a su exigencia de un castigo ejemplar, “que sirva como testimonio”, simplemente quisiera señalarle que estudios empíricos realizados en los Estados Unidos y Canadá no avalaron nunca esta teoría, ni lograron demostrar fehacientemente que el castigo formal por parte del Estado represente una medida efectiva para combatir el delito y reducir, en consecuencia, el número de crímenes perpetrados a diario. Incluso es reconocido por organizaciones internacionales que en el sur de los Estados Unidos, región donde ocurren la mayoría de las ejecuciones del país, se mantiene la tasa más alta de homicidios.
Sin embargo, Ud. también hace mención a una “naturalización social” de este tipo aberrante de actos, planteo con el cual coincido plenamente. No obstante, difiero de Ud. en tanto considero que los homicidios sancionados por el Estado sólo sirven para fomentar el uso de la fuerza y permitir que continúe el ciclo de violencia "naturalizada", desensibilizando a los oficiales y jueces involucrados en el sistema que aplica la medida.
Como he manifestado previamente, no es mi deseo en estas circunstancias extenderme con respecto a las objeciones morales, legales o estadísticas por las cuales rechazo la pena de muerte como sanción jurídica, puesto que Ud. mismo las ha compartido a lo largo de su admirable trayectoria profesional. Comprendo que sus palabras deben ser estimadas no desde la voz del reconocido Magistrado de la Corte de Suprema Justicia, sino desde “el dolor de un padre”, y es a ése padre y ciudadano al que le expreso mi más profundo pesar, como Presidente, como ciudadano, como padre.
Atte.
18 de septiembre de 2010, 20:59
Perdón, no era yo el que tenía que escribir la réplica? O vos la escribiste porque quisiste?
Pablo P.
19 de septiembre de 2010, 9:28
No, esta es la réplica de la carta de Guille q yo tenía que contestar.. Y ya subí la corrección de mi carta q vos tenés q contestar..
20 de septiembre de 2010, 18:40
Hola Gabriela,
La carta me parece muy bien fundamentada desde el lugar racional, el 'convencer' y ,además, se evidencia que investigaste sobre el tema. Pero se me ocurre que un problema con el que te podrías encontrar es que el texto que escribió Guillermo apela fuertemente al conmover, al describir en detalle la violencia ejercida y al enunciarse desde el lugar de un padre dolido por la violencia a la que su hija ha sido expuesta. Me parece que a tu carta le falta ese elemento más emocional y, por eso, tiene mucha menos fuerza.
Se te ocurre cómo podrías reponer algo de eso? Quizás con ejemplos que dé el enunciador a partir de sus propias vivencias o las de gente que conoce?
Saludos,
Emilia
23 de septiembre de 2010, 10:04
Gracias por el cometario Emilia.. La verdad es que no sé muy bien como podría arreglarlo xq mi idea era justamente hacer una arguementación que apelara más a la racionalidad q a lo emocional. Me parecía q desde lo "emotivo" no se puede contaargumentar la carta de Guille, o no sé bien cómo.. Si se me ocurre algo lo subo antes del martes, saludos!