Lo que no esperamos ver

sábado, 24 de abril de 2010 16:09 Publicado por Alis
Esperamos ver
algo que no esperamos ver
I SAT; Bafici 2010

Sólo unos carteles se elevan acompañando al auto negro estacionado al pie de las escalinatas del Abasto, sobre la calle Agüero, en este jueves de llovizna temprana. Me acerco y leo sus inscripciones: Aviso a la población. Si usted es un ciudadano común y es interceptado por un auto como éste, deténgase. Aunque no lo parezca, son policías. Si no lo hace, corre el riesgo de recibir 8 impactos de bala como Fernando Carrera… Si usted es policía no intente interceptar este auto porque, aunque no lo parezca son policías. Si lo hace, corre el riesgo de recibir 10 impactos de bala como el Cabo Jorge Saravia de la Policía Bonaerense”
El Rati Horror Show
El Shopping, aún cerrado, comienza a reunir a sus puertas un animado grupo de estudiantes de Cine, un par de profesores discutiendo acalorados, algunos cinéfilos con la programación en la mano y una estudiante de Comunicación con frío. Finalmente las puertas se abren y el espacio del Bafici, exacta copia de mis impresiones del año anterior, nos recibe con sus primeras funciones del día.
En su duodécima edición, el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici) ya se ha consolidado como mucho más que un festival de cine internacional que se realiza en la ciudad todos los años en el mes de abril. En palabras de Sergio Wolf, su director artístico desde 2008, "Desde su irrupción el Bafici viene produciendo una serie de intervenciones sobre la cultura argentina y cada vez más va adquiriendo una personalidad propia, como un movimiento autónomo en su desafío por darle un espacio y una perspectiva a la interrogación sobre el futuro del cine.”
De la misma forma, numerosos han sido sus detractores durante estos años, calificándolo como “críptico” o “elitista”, e inclusive algunos directores participantes aseguran haber tenido “múltiples ocasiones para comprobar con qué desparpajo se ignoran las nuevas propuestas, favoreciendo una secular camada de amigos.”
Tal vez sea esta misma variedad de apreciaciones y el intenso debate que suscitan parte de los factores determinantes del “fenómeno Bafici”, tan sugestivo para esta espectadora como los filmes que se exhiben en su marco.
Pronto nos encontramos con Guillermo y nos dirigimos sin prisas a la sala correspondiente, rodeados por grupos con tarjetas de acreditación a modo de colgantes.
En las butacas detrás de las nuestras se ubican un par de estudiantes extranjeros, “colombianos”, afirma Guille reconociendo un acento familiar. “De Bogotá” arriesga, mientras el aroma a café inunda la sala y la proyección comienza. Los últimos en llegar deberán guiarse con las luces de sus celulares y yo tomo una pocas notas en una hoja arrancada del anotador de mi compañero.
“Mary and Max” fue una recomendación de Emilia en el taller de modo que la “cuota de riesgo” asumida no es tan considerable como tiende a serlo en estas ocasiones. La breve sinopsis que figura en la programación anticipa: “una niña australiana, un solterón neoyorquino y una amistad por carta que durará hasta el fin de sus vidas, tan grises como los cuadros animados de esta ópera prima...”
Cualquiera que haya tenido la oportunidad de apreciar esta película se percatará inmediatamente de algunos errores y omisiones. Tal vez la Nueva York urbana de Max se presente en blanco, negro y grises, pero la suburbana Australia de Mary se desenvuelve en una paleta de marrones, ocasionalmente teñida por un rojo reservado para los objetos más simbólicos, como un pompón que la pequeña envía a su único amigo por correspondencia.
A su vez, cabe mencionar que a pesar de que Mary and Max es el primer largometraje de su director, éste ya ha conseguido reconocimiento y prestigio internacional gracias a sus trabajos previos. Entre éstos se destaca “Harvey Krumpet”, que le valió un Oscar en 2003 y que se puede apreciar en I Sat con regularidad, como tuve oportunidad de hacerlo.
Adam Elliot es australiano y escribe y dirige sus propios cortometrajes animados en stop motion, como parte de un subgénero al que él mismo denomina “Clayography" (biografías animadas con arcilla). “Mary and Max”, que tiene una duración de 92 minutos y llevó 57 semanas de rodaje, está basado en una historia real: Elliot tiene un amigo por correspondencia en Nueva York desde hace 20 años que tiene Síndrome de Asperger, al igual que Max, el protagonista del film. La escritura del guión le llevó un año de trabajo, en el cual releyó todas las cartas de su amigo e investigó la forma en que estas personas estructuran sus oraciones.
Elliot afirma que con esta película “quería que la gente dejara el cine teniendo una mayor comprensión de cómo es tener Asperger, cómo es sentirse solo y ser percibido como raro o diferente, y generar un poco de empatía por la humanidad.” Diferencia, aceptación y soledad son temáticas recurrentes en sus filmes, agradablemente matizados con algo de humor y melancolía. Una constante en el interior de “Mary and Max” podría ser también aquel postergado viaje a Nueva York que posibilitaría el anhelado encuentro de los protagonistas. Mientas tanto, el espectador se conforma con que las cartas continúen viajando de un continente a otro.
“Mary and Max” resulta un film honesto y conmovedor sobre aquel íntimo deseo humano de amor y aceptación a pesar de las diferencias, que recuerda felizmente aquella célebre frase de Hitchcock: “El cine no es un trozo de vida, sino un gran pedazo de pastel.” Cuando las luces se encienden resulta evidente que también pertenece a esa clase de películas tras las cuales los espectadores no se apresuran a abandonar la sala, sino que permanecen unos momentos más en sus butacas, intentando asir esa última sensación, esa última sonrisa que deja.
Cuando finalmente regresamos a la planta baja del Shopping una chica nos ofrece unas entradas para un documental de Zappa que no podrá ver por sus horarios laborales. Lamento no poder aceptarlas y me dedico a recorrer el espacio lentamente, hasta sentarme al lado de alguien que hace comentarios apresurados sobre un cronograma confeccionado para verse “todo”, ya que pidió un par de días en el trabajo. Antes de marcharse acuerda con su paciente compañero encontrarse en la presentación de “Verano”.
Enseguida averiguo que “Verano” es un cortometraje de 14 minutos en el cual, según la sinopsis, “Cinco jóvenes desafiantes se juntan en un patio cerrado. Del silencio que emana la siesta se desprenden los acordes de una banda de rock. (…)” Su director es Milton Secchi, de unos 20 años, quien sentado a mi lado me comenta que estudió en la ENERC y luego regresó a su Rosario natal. Allí realizó este corto junto a un grupo de amigos, “onda indie”, y hace dos meses recibió la “inesperada invitación” para participar del festival. Pienso que tal vez algunas nuevas propuestas sí comienzan aquí su camino.
Durante esta edición del Bafici se exhibieron 105 cortometrajes de un total de 422 películas de 48 países diferentes. Si agregamos al número de entradas vendidas la asistencia a las actividades gratuitas paralelas a las funciones cinematográficas la concurrencia de este año superó las 280 mil personas, cifra un 10% superior a la de 2009. Sergio Wolf definió las líneas maestras que guían la construcción del festival con una serie de interrogantes: “qué pasa con la concentración económica, qué pasa con la concentración urbana, qué pasa con la homogeneidad artística, qué pasa con la mirada singular, qué pasa con las minorías, qué pasa con los sistemas políticos, qué pasa con las personas en los sistemas políticos, qué pasa con los cineastas en los sistemas políticos." Creo que una posible respuesta no se encuentra solamente en el interior de las salas de cine…
Cuando salgo del Shopping me dispongo a tomar algunas fotografías de la instalación del Rati Horror Show con el celular. Luego me enteraré que la película de Enrique Piñeyro investiga el caso de Fernando Carreras, sentenciado a 30 años de cárcel por el crimen que los medios dieron en llamar “la masacre de Pompeya”, en un marco de grave corrupción policial. Según su director, el objetivo que generalmente persigue al realizar un filme es transformar la realidad de alguna forma con él.
El auto de la instalación tiene chapa de la Policía y pedido de captura. Un miembro de la Policía Federal se aproxima, lo rodea y se asoma al interior por una ventanilla. Demoro mis fotos mientras lo escucho utilizar su radio: -Si, es un Peugeot 504. Negro.- Mientras comienzo a alejarme, intentando reflexionar sobre la relación del cine, el Bafici, los pasteles y la arcilla lo escucho citando “Si Ud. es un policía deténgase…” al tiempo que un guardia del Shopping llega a su lado.
¿Lo que no esperamos ver?

3 Response to "Lo que no esperamos ver"

  1. Alis Says:

    La crónica me quedó bastante larga... Agradezco sugerencias si consideran que algún pasaje resulta excesivamnte extenso o directamente prescindible. Desde ya, gracias

  2. Emilia Says:

    Hola Gabriela! Muy completa tu crónica. Destaco sobre todo la contextualización acerca del BAFICI, la película, su director. Aportan mucho y se evidencia la labor de investigación que hay por detrás.

    Quizás las menciones al Rati Horror Show que abren y cierran el texto se desvían un poco del eje y distraen algo la atención, sobre todo por ubicarse en lugares claves. Uno inclusive termina pensando si hay alguna intención oculta de vincular a la peli y esta instalación en algún nivel, pero creo que no es el caso. Podrías reacomodarlas o plantearlas de otra manera.

    Puede que también te extiendas mucho en relación con el corto "Verano". En definitiva, son "decisiones a cargo del autor", pero podrías repensar hasta qué punto suman o restan elementos que hacen al contexto, pero distraen al lector de la temática principal.

    Saludos!
    Emilia

    Emilia

  3. Alis Says:

    Gracias Emilia, me fijo cómo puedo arreglarlo, saludos!

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