Cuando comencé a trabajar en mi proyecto de narración, “Ausente una noche”, no tenía definida la historia que quería contar, pero tenía una imagen que frecuentemente relacionaba con el tema del viaje: una mujer, sentada sola con todo su equipaje en una terminal de un pueblo, una noche. A partir de esa idea, pensé reconstruir su historia.
Antes de comenzar, recordé un tema que había tratado en una nota de lectura del cuento “La forma de la espada” de Borges, y que me pareció interesante para trabajar en esta historia. En la nota yo había escrito que en los teóricos pudimos ver cómo los relatos, según Bruner, tienen el poder de dar sentido a la experiencia, de permitirnos reflexionar sobre la experiencia, gracias a la cualidad del “extrañamiento”… Creo que lo que resulta más trágico del cuento de Borges es que este personaje, Vincent Moon, se “extrañe” de su propia historia de una forma tan extrema que incluso llegue a negar su identidad, en sus palabras, para evitar el desprecio de Borges; aún así, el lector sospecha que en realidad es para evitar su propio desprecio, y este relato “extrañado” es tal vez el único modo en el que puede permitirse reflexionar sobre su terrible historia.
Releí el teórico y el cuento de Borges para retomar esta idea, la de un narrador “extrañado” de sí mismo, como forma de reflexión. Entonces empecé a escribir fragmentos del relato de un narrador que contaba su propia historia (pero sin reconocerla como tal), y otro narrador que lo hacía de forma omnisciente y que al final revelaría la identidad del primero. En ese momento de la escritura intenté articular todo el relato en torno a esta “historia secreta”, y descuidé la historia que quería contar en un principio.
Entonces comencé la lectura de los cuentos de Onetti, con el fin de encontrar una “voz” para el narrador omnisciente, pero finalmente una de las cosas que más me interesó de este autor fue su manera de intercalar inquietantes reflexiones sobre la vida, el mundo y los hombres en sus relatos. Esto me llevó a reflexionar sobre su proceso de escritura (en la nota de lectura de Onetti), y de forma inevitable, sobre mi proceso. Noté mi descuido por la historia de la protagonista y traté de trabajar más en ella, pero ahora con la presión de la falta de tiempo, y así forcé una primera elaboración que no me convencía ni estaba bien contada (la segunda parte del proyecto). Además, tenía la sensación de haber complicado innecesariamente el relato, y de no estar contando una historia interesante.
La primera clase que tuvimos después de las vacaciones en el taller me aconsejaron no preocuparme tanto en ese momento por la comprensión que podía tener el lector del relato, y nos recordaron que no escribimos para resolver. Con esa idea retomé la lectura de Onetti, y recién después de un par de días, la escritura del proyecto. Esta vez sí tenía una historia que me interesaba contar: la de una mujer que desea escaparse de lo que cree su destino, su condena (la demencia que padecía su madre); pero intenta hacerlo, ingenuamente, huyendo de su vida. En el final, la protagonista se da cuenta que con esa frustrada fuga sólo consiguió acercarse aún más a su destino (así lo cree ella). Entonces, para poder reflexionar sobre lo ocurrido, se “fuga” de sí misma, y se lo comenta a su madre como si se tratara de una extraña, como ella cree que se contará luego.
Todavía no creo haber logrado transmitir toda esa historia, pero ahora que tengo una idea sobre lo que quiero contar, y cómo quiero contarlo, me parece que es el momento para conocer la comprensión que tiene el lector del relato, y mejorarlo a partir de las críticas y sugerencias.
18 de agosto de 2010, 9:46
Hola Gabriela,
Me gusta mucho la circularidad del relato, o mejor, ese avance en espiral. Como te dijo Ana, remite a los eslabones de las cadenas que atan a Lily. Me parece muy lograda la forma de trabajar la primera y segunda historia, sin develar demasiado, a cuentagotas. Creo que el efecto del cuento está precisamente ahí.
El relato me hace acordar a García Márquez. Está la temática de la familia, cómo ella nos condiciona o nos determina. O sino, más bien, a Ángeles Mastretta o Como agua para chocolate, de Esquivel, por las problemáticas femeninas, "entre mujeres". No sé, me parece "muy latinoamericano", si es que vale la expresión.
Saludos!
Emilia
19 de agosto de 2010, 15:33
Hola Emilia, gracias por comentar. Salvo a Mastretta leí los otros autores que mencionás así que es probable que haya retomado sus temas sin pensarlo..
Me parece que podría mejorar algunas partes que me hacen ruido, quizás ampliarlo un poco, así que apenas pueda voy a tratar de hacerlo.
Gracias de nuevo, saludos!