V
David Morley en Interpretar televisión: la audiencia de Nationwide cita a Voloshinov, quien sostiene que el mensaje de la televisión es un signo complejo en el cual se ha inscrito una lectura preferencial, pero que conserva (si se decodifica en un modo diferente del que se usó para codificarlo) su capacidad potencial de comunicar un sentido diferente. “El mensaje es, pues, una polisemia estructurada (…) no todos los sentidos existen por igual en el mensaje: ha sido estructurado con una dominante, a pesar de la imposibilidad de alcanzar una clausura total del sentido”. Estas afirmaciones, claro está, resultan igualmente válidas para cualquier discurso además del televisivo.
Siguiendo a Morley, se podrían identificar tres posiciones hipotéticas que puede tomar el decodificador ante el mensaje codificado: lectura hegemónica dominante (que acepte plenamente el sentido propuesto y preferido por el mensaje); lectura negociada (que acepte a grandes rasgos el sentido propuesto, pero en casos particulares que afecten sus intereses pueda modificarlo parcialmente); lectura de rechazo (que distinga tanto los significados denotados como los connotados de un mensaje y, sin embargo, haga una lectura opuesta a la lectura “preferente”).
De esto se podría deducir que, a pesar de la innegable existencia de “lecturas preferentes” para cada mensaje, siempre tenemos la posibilidad de realizar una lectura distinta. Por lo tanto, somos responsables de la forma en que leemos.
VI
Imaginemos un lector: Una persona que el pasado jueves por la mañana decidió comprar algún diario, sabiendo que la edición estaría especialmente dedicada a la muerte del ex mandatario. Los titulares de Clarín y Página 12 son similares, los contenidos son en su mayoría notas de opinión y archivos fotográficos, las mismas condolencias se reproducen una y otra vez en sus páginas, como señalara Verón. Nuestro imaginario lector, que ha comprado ambos diarios en otras ocasiones (aunque ni siquiera ello haga falta), ¿podría pensar que no habría distinción en comprar uno u otro periódico? ¿Consideraría igualmente válidos ambos discursos porque verbalmente no difieren demasiado? ¿Qué tan inverosímiles nos resultarían estas actitudes de nuestro lector y a qué se debería? La diferencia entre un diario y otro en este caso no estaría en sus titulares, en su discurso del día o en las fotografías publicadas, sino en el mismo lector. Probablemente, aún allí donde realmente no hubiera diferencias, nuestro lector las crearía.
VII
Entonces, también somos creadores de lo que leemos.
Podríamos proponernos un ejercicio a partir del cuento de Borges: Releer los titulares del principio, pero como si el primero hubiera sido publicado en Clarín, el segundo en Página 12, el tercero en La Nación, el cuarto en El Argentino. Luego, invertir el orden.
¿Estaríamos leyendo, una y otra vez, las mismas condolencias?
¿Estaba leyendo el biógrafo de Menard, en ambos casos, el mismo Quijote?
Quizás, al igual que el personaje borgeano, redescubrimos de esta forma nuestro verdadero rol como lectores, resistiéndonos a creer en discursos uniformes, reconociendo y enfrentando las determinaciones que nos condicionan, sabiéndonos responsables por todas nuestras lecturas cotidianas. Y es que inevitablemente al leer creamos, cada vez una vez más, nuestro propio Quijote.
David Morley en Interpretar televisión: la audiencia de Nationwide cita a Voloshinov, quien sostiene que el mensaje de la televisión es un signo complejo en el cual se ha inscrito una lectura preferencial, pero que conserva (si se decodifica en un modo diferente del que se usó para codificarlo) su capacidad potencial de comunicar un sentido diferente. “El mensaje es, pues, una polisemia estructurada (…) no todos los sentidos existen por igual en el mensaje: ha sido estructurado con una dominante, a pesar de la imposibilidad de alcanzar una clausura total del sentido”. Estas afirmaciones, claro está, resultan igualmente válidas para cualquier discurso además del televisivo.
Siguiendo a Morley, se podrían identificar tres posiciones hipotéticas que puede tomar el decodificador ante el mensaje codificado: lectura hegemónica dominante (que acepte plenamente el sentido propuesto y preferido por el mensaje); lectura negociada (que acepte a grandes rasgos el sentido propuesto, pero en casos particulares que afecten sus intereses pueda modificarlo parcialmente); lectura de rechazo (que distinga tanto los significados denotados como los connotados de un mensaje y, sin embargo, haga una lectura opuesta a la lectura “preferente”).
De esto se podría deducir que, a pesar de la innegable existencia de “lecturas preferentes” para cada mensaje, siempre tenemos la posibilidad de realizar una lectura distinta. Por lo tanto, somos responsables de la forma en que leemos.
VI
Imaginemos un lector: Una persona que el pasado jueves por la mañana decidió comprar algún diario, sabiendo que la edición estaría especialmente dedicada a la muerte del ex mandatario. Los titulares de Clarín y Página 12 son similares, los contenidos son en su mayoría notas de opinión y archivos fotográficos, las mismas condolencias se reproducen una y otra vez en sus páginas, como señalara Verón. Nuestro imaginario lector, que ha comprado ambos diarios en otras ocasiones (aunque ni siquiera ello haga falta), ¿podría pensar que no habría distinción en comprar uno u otro periódico? ¿Consideraría igualmente válidos ambos discursos porque verbalmente no difieren demasiado? ¿Qué tan inverosímiles nos resultarían estas actitudes de nuestro lector y a qué se debería? La diferencia entre un diario y otro en este caso no estaría en sus titulares, en su discurso del día o en las fotografías publicadas, sino en el mismo lector. Probablemente, aún allí donde realmente no hubiera diferencias, nuestro lector las crearía.
VII
Entonces, también somos creadores de lo que leemos.
Podríamos proponernos un ejercicio a partir del cuento de Borges: Releer los titulares del principio, pero como si el primero hubiera sido publicado en Clarín, el segundo en Página 12, el tercero en La Nación, el cuarto en El Argentino. Luego, invertir el orden.
¿Estaríamos leyendo, una y otra vez, las mismas condolencias?
¿Estaba leyendo el biógrafo de Menard, en ambos casos, el mismo Quijote?
Quizás, al igual que el personaje borgeano, redescubrimos de esta forma nuestro verdadero rol como lectores, resistiéndonos a creer en discursos uniformes, reconociendo y enfrentando las determinaciones que nos condicionan, sabiéndonos responsables por todas nuestras lecturas cotidianas. Y es que inevitablemente al leer creamos, cada vez una vez más, nuestro propio Quijote.
8 de noviembre de 2010, 18:48
Hola Gabriela!
Al igual que Claudia, me gustaría ver el proceso de escritura.
En cuanto al texto, y a partir de que recién leía tus notas de lectura sobre ¿Por qué leer los clásicos?, veo que aquí hay ecos de ese mismo tipo de estructura: numerar los argumentos, encadenarlos unos a otros. Me parece que esto ayuda a reforzar la argumentación, me gusta.
En cuanto al contenido, se me ocurren algunas preguntas que quizás tendrías que hacer jugar en el texto (pienso que a otros lectores potenciales podrían surgirles también). Vos decís que somos responsables de lo que leeemos, que somos creadores, "redescubrimos de esta forma nuestro verdadero rol como lectores, resistiéndonos a creer en discursos uniformes, sabiéndonos responsables por todas nuestras lecturas cotidianas". Comparto la idea de que somos coocreadores. Sin embargo, en qué medida nuestras lecturas dependen al 100% de nosotros y en qué medida nos vemos restringidos? Quizás retomar a un autor como Morley lleve un poco a eso que tanto se le critica a los estudios culturales, especialmente en los 80': pensar que el receptor es todopoderoso, cuando no lo es. Es cierto, hay resistencia, pero también hay determinaciones. Y justamente la resistencia es lo que juega en el margen, en las grietas de la dominación: de a momentos desafiando, de a momentos cediendo.
Igual esto se trabaja más en materias como Comunicación 2, o Seminario de Vultura Ppular y Masiva, que probablemente todavía no hayas cursado. Pero estaría bueno que te lo preguntes, no necesariamente para responder, pero sí para enqiquecer al texto en el planteo de interrogantes.
Si tenés ganas, en otro momento lo hablamos mejor, también me podés escribir.
Saludos,
Emilia
9 de noviembre de 2010, 16:23
Hola Emilia, gracias por comentar y seguir en contacto... Si, apenas pueda voy a subir el proceso de escritura hasta ahora.
Sobre el contenido, traté de traer a Morley para señalar lo de las "lecturas preferentes" que están inscriptas en todo mensaje y que hacen que un sentido "prevalezca" sobre los otros, condicionando la lectura desde la producción.. Me quedé pensando en esto que me señalaste , la idea de un "lector todopoderoso" (que no comparto, pero que parece desprenderse del texto) y es cierto que es importante que profundice un poco más en el tema para que no se entienda eso... No conozco muchos autores que pueda usar como referentes, pero quizás podría señalar aunque sea cómo las lecturas están condicionadas también por el contexto social, histórico, etc. del lector.. Eso lo podría abordar desde el texto de Borges y los titulares.. Gracias de nuevo Emilia por ayudarme a seguir con el ensayo, me sirve mucho tu comentario, saludos!
13 de noviembre de 2010, 18:52
Hola Gabriela! Estuve pensando qué textos concretos podrías leer. Se me ocurrió que, si tenés algún conocido que haya cursado Comunicación 2 con Mangone y con el programa anterior (el que se centraba en televisión, y no en estudios culturales como ahora), podrías pedirle prestado el capítulo 3 de Escenas de la vida posmoderna, de Sarlo. Ahí la autora se refiere más bien a los medios audiovisuales, pero me parece que aquello que plantea igual te puede servir para pensar otras cuestiones (más que nada, la idea de que la gente puede resignificar un texto o hacer procesos de hibridación o lo que sea sólo si cuenta con herramientas para acercarse a él y - por ejemplo, las que brinda la escuela).
Capaz lo podés conseguir online también. Sino de última, si te interesa, le saco fotocopias.
Saludos!
Emilia
13 de noviembre de 2010, 20:59
Me acabo de acordar de otro texto de Sarlo que te serviría más: Retomar el debate, en Tiempo presente. Notas sobre el cambio de una cultura. Ese se lee en Seminario de Cultura Popular y Cultura Masiva (está en el cuadernillo 3 de prácticos, y también acá: http://books.google.com.ar/books?id=UW318GM9BBMC&pg=PA201&lpg=PA201&dq=%22retomar+el+debate%22+sarlo&source=bl&ots=Rz7AQgmsdq&sig=NS5yIgd3Bd8pAvtK0jCgL6aJUu8&hl=es&ei=RWzfTMypOMOBlAfC8cmgAw&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=3&ved=0CCcQ6AEwAg#v=onepage&q=%22retomar%20el%20debate%22%20sarlo&f=false)
Me parece que es más breve y da menos vueltas que el que te recomendé antes, aunque las ideas en ambos textos son parecidas.
Saludos!
15 de noviembre de 2010, 12:28
Ya leí el artículo y subí algo que hice también a partir de tu primer comentario... También agregué una línea sobre eso en la conclusión, es muy interesante, pero no profundicé mucho para no irme tanto del tema. Gracias por el aporte, saludos!